Mónica Nepote: Este poema de Lezama es literatura.
Desde
el punto de vista de ustedes como médicos: ¿Qué nos pasa al escuchar un poema
como éste, qué es lo que pasa cuando el lenguaje adquiere estas dimensiones, cómo
lo vivimos y cómo lo experimentamos como escuchas y como lectores?
Jesús
Ramírez-Bermúdez: La relación entre literatura, neurociencia y tecnología
serán los puntos a tocar. Creo que la experiencia literaria es un concepto muy
difícil de definir, es un fenómeno subjetivo, o mejor dicho, intersubjetivo,
que nace de la comunicación aún cuando existe la figura del escritor como un
ente solitario. Todo el tiempo es la evocación de un posible lector, entonces,
es como dice António Damásio ─famoso médico neurólogo de origen portugués─ son
“las memorias del futuro”, en este caso, del futuro posible lector. En el acto
de la escritura, el escritor está imaginando a un posible lector, entonces debe
suponer diferentes marcos teóricos y escenarios culturales. ¿Qué quiero hacerle
ver? ¿Comparte mi lenguaje?
En primer lugar,
la literatura es un fenómeno intersubjetivo que nace de un instinto de
comunicación vinculado con el instinto solitario del autor. ¿Hasta qué punto
esto está fraguado con el producto de la historia cultural de la modernidad? Entender
la literatura como instinto solitario, sólo es una versión colectiva de la
escritura como acontecimiento oral, y hay que recordar que existen otras versiones
contemporáneas de la literatura, en donde es un quehacer más social. Muy al
estilo del siglo XIX, efecto de un contexto cultural que permitía a ciertas
personas escribir en la comodidad de su casa. Sentarse y reflexionar para
escribir.
Mauricio
Ortiz:
La literatura sirve, como dice la introducción de las obras completas de Rulfo,
en la que se menciona a un niño que se la pasa leyendo e imaginando… la
literatura sirve o termina por hacer flojo al lector... La literatura es lo que
te hace un holgazán, ésa sería mi primera definición. Me viene a la mente la
idea francesa de la literatura como un espejo del mundo, bueno, si queremos
asomarnos al mundo hay que leer literatura. Para Canetti, el escritor es un
guardián de metamorfosis y la literatura es la única que puede hacerlo. La
experiencia literaria… es decir, lo que me pasa a mí… la respuesta no es
unívoca… a veces no me pasa nada, a veces me enojo, a veces me río, me caen “veintes”,
las opciones están latentes, a veces es sólo una actividad solitaria… Kafka
tenía la ilusión de encerrarse en el sótano a escribir literatura… La
literatura se parece mucho a la vida y me cuesta trabajo distinguirla entre lo
real. Los libros son parte de la vida…
Bruno
Estañol:
Para mí la literatura es lo inefable, es una inspiración que emana de poner en
palabras lo que no se puede decir; aunque he escrito diversos ensayos no me
considero un intelectual, me considero un escritor de ficción. La literatura es
una posibilidad de soñar. Una lucha del escritor con las palabras para expresar
aquello que no se puede expresar con palabras. He escrito mucho sobre la
creatividad en el arte y en la ciencia, y considero que es lo mismo, que no hay
diferencia entre filósofos escritores o médicos escritores: sólo hay acto
creativo. Una lucha del escritor con las palabras para expresar aquello que no
se puede expresar: lo inefable. Eso sería para mí la literatura.
Jesús
Ramírez-Bermúdez: Retomando lo inefable, esta noción me
recordó un texto de Gadamer ─filósofo alemán─, en el que estudia el caso de la
poesía alemana, de autores como Paul Celan y otros poetas contemporáneos. Define
el acto literario entendiéndolo como poesía, como el intento de nombrar lo
innombrable.
También me recordó
un texto de Octavio Paz que discute con Fernando Savater. El libro se llama Pasión crítica. Ahí discuten la relación
entre la poesía y lo sagrado, como intento de captar esa dimensión innombrable
de la experiencia. Savater le discute a Octavio Paz que quizá la poesía deriva
de la experiencia de lo sagrado, pero Paz dice que es al revés, que la
capacidad poética del ser humano es lo que permite y produce lo sagrado. Es
decir, lo sagrado es una especie de experiencia estética por la que se accede
gracias al trabajo poético. Ya sea poética, ensayística o narrativa, todas las
formas de literatura son hechas con palabras. Puede haber muchas cosas que
pueden hacerse con literatura combinándola con otros medios: con luz es cine,
con cuerpos es teatro, con música es ópera, ya sean lenguajes artísticos o
lenguajes del cerebro (procesos que son irreductibles y modificados por la
cultura, pero hasta cierto límite. Uno de esos límites son las palabras), la
literatura es primordialmente hecha con palabras.
Siendo el lenguaje
un producto biológico o psicobiológico, la escritura es un producto cultural. El
ser humano no nace con una genética de la escritura, sino que acontece de
manera relativamente reciente, lo cual es un problema para las neurociencias
que quieren estudiar el acto creativo.
Otro componente
que me parece esencial para abordar el tema de la experiencia literaria es el
juego. La dimensión lúdica de la literatura. Tomando unas palabras de mi
maestro José Luis Díaz, él decía que el cerebro tiene una actitud de pretensión
dentro de una experiencia artística. El lector (o el autor) evoca experiencias
posibles pero inexistentes en este momento ─como el caso de un cuento en el que
no estamos presentes físicamente─, pero suponemos que podrían existir. El juego
de la literatura consiste precisamente en generar una evocación de experiencias
posibles que se añaden a rastros sinestésicos que la literatura pone en juego,
en una pretensión o juego de simulación ─fingir que se tiene lo que no se
tiene─ o de disimulación ─fingir que no se tiene lo que se tiene─. La
literatura es una doble articulación de esos dos procesos. Simulo que tengo
enfrente un mundo ficticio y lo pongo en órbita y en escena. El lector establece
el pacto conmigo. El autor hace un pacto para simular, un pacto de simulación y
disimulación. El lector disimula que no sabe qué vida tiene el autor, suprime
su juicio realista, lo suspende por un momento. Eso propiamente es el fenómeno
de la imaginación literaria, que se distingue de otras formas de imaginación de
arte; ahí es donde quizá las neurociencias puedan decir algo, digamos que la
imaginación visual tiene un dominio de la imágenes que son posibles de adquirir
por medio de la retina, datos que aparecen en el espacio y que posteriormente
pueden ocurrir en el tiempo para generar movimiento, como lo hace el cine. En
la literatura, ya sea guión, teatro, novela o alguna forma de literatura digital,
lo que pueden decir las palabras, que no pueden decir otros lenguajes del
cerebro, como la música o la pintura, son ciertos conceptos que sólo se pueden
llegar a través de las palabras. En “Arte poética”, Borges dice:
Cuentan
que Ulises, harto de prodigios,
lloró
de amor al divisar su Ítaca
verde y
humilde. El arte es esa Ítaca
de
verde eternidad, no de prodigios.
Esta metáfora del “/arte como verde
eternidad/” es un concepto abstracto, un concepto poético, es decir, una imagen
poética abstracta que toma un elemento sensorial que es el verde y nos remite a
las imágenes sensoriales de Ítaca, pero el concepto “eternidad” puede ser
capturado con palabras, sin embargo, es difícil capturarlo en otros lenguajes
artísticos. El meollo es qué cosa podemos alcanzar con la imaginación
literaria, y en ese sentido, qué tipo de vehículos son las palabras para
imaginar conceptos a los que sólo se pueden acceder por medio del lenguaje.
Mónica Nepote: A diferencia de otras
artes, la literatura está hecha con lenguaje, éste nos pertenece a todos, lo
tenemos y podemos hacer uso de él, a diferencia de la pintura o el cine, en el
que necesitas otro tipo de entrenamiento, por así decirlo.
Me interesa la inmaterialidad del
lenguaje. ¿Cómo hacerlo material, cómo repercute en el cuerpo, cómo está la
escritura en el cuerpo del escritor desde el punto de vista médico, y cómo el
cuerpo es recibido por el lector, cómo el lector puede recibir las palabras que
hablan de su cuerpo y lo recrean?
Mauricio
Ortiz: Bueno, no hay nada que no pueda decirse con
palabras, incluso cuando dices “inefable” ─que es una palabra muy bonita─ ya
estás nombrando todo aquello que no puedes nombrar, pero además de eso, las
ciencias se inventan una nueva palabra para cosas inimaginables que no se saben
dónde están. Todo el tiempo se usa el lenguaje para hablar de cosas que no
existen. Sobre la inmaterialidad del lenguaje, pienso que es todo lo contrario:
el lenguaje es material, lo generamos con todo el cuerpo, no sólo con la lengua
y la laringe. Llama la atención, en el tema de las neurociencias, la noción de
los núcleos cerebrales que manejan ciertas cosas. El núcleo o el área de Broca,
convencionalmente se identifica como el lugar en el que se origina el lenguaje.
Son esenciales el área de Broca y los otros núcleos; algo curioso: encuentran
su función a través de su pérdida… el dedo gordo del pie es tan importante para
el lenguaje, como el área de Broca. Todo el cuerpo importa en el lenguaje. Cuando el escritor escribe, lo hace con todo
su cuerpo. Tiene que estar sentado 6 u 8 horas, ése es un trabajo pesado, que
exige disciplina. Alguna vez escuché de García Márquez su anécdota de cómo
había encontrado el poder de las palabras. Contó que iba por la calle y una
persona iba en bicicleta, súbitamente, un cura que venía pasando por ahí le
grita: “¡Cuidado!”. El de la bicicleta se tira por ahí para no ser atropellado
por un tranvía… El cura a partir del lenguaje salva al ciclista. Ésa es una
referencia totalmente material del lenguaje. El lenguaje golpea no sólo el
aire, lo mismo se siente cuando escuchamos nuestro nombre: un golpe. Escuchas
con todo el cuerpo. El lenguaje todo es corporal, material. Lo mismo el
lenguaje escrito; aprender a leer es aprender a oír con los ojos. Porque es una
realidad que oyes con los ojos. Pasa con los diseñadores que cuando empiezan a
poner colores a la tipografía suelen decir: “No, es que le estás metiendo ruido
a la letra”, uno dice eso cuando lee un párrafo “no se oye bien; no suena
bien”, oyendo con los ojos. Los ojos
se convierten en un sistema auditivo en el acto de lectura o escritura. Entonces,
en ese sentido, el lenguaje es un acto corporal, no hay manera de que no lo
sea.
Mónica Nepote: Bruno,
¿tú que has abordado el tema de la creatividad, qué es lo que le pasa al
escritor cuando se sienta ocho horas a escribir y qué le pasa cuando no puede
escribir, cuando tiene un bloqueo, qué le pasa neurofisiológicamente?
Bruno
Estañol: No
hay receta para ser escritor. Le preguntaron a Beethoven si podía dar clases a
otro músico para hacer una sinfonía, y él dijo: “No, porque a mí nadie me dio
clases para escribir sinfonías”. Para ser escritor hay que hacer pacto con el diablo, esto significa que
tienes que encontrar una manera propia idiosincrática para poder escribir eso
que escribes, significa que tienes que sacrificar todo para ser escritor, y
tener la fuerza para utilizar todo lo que te rodea. Aquí se citan a muchos
escritores reconocidos, yo quiero citar a Johnny Guerra, un jugador de los
Yankees, que dijo: “El pasado cada día es más difícil de predecir”.
Mauricio
Ortiz: Recordé
una definición de Thomas Mann sobre el escritor que dice: “El escritor es aquél
que encuentra más difícil escribir que el común de las personas”.
Bruno
Estañol: Quiero
recordarles el caso de la neuróloga Alice Doherty, de Harvard, que escribió un libro llamado: The Midnight Disease. Ella tuvo un
aborto y luego consiguió unas gemelas en un segundo embarazo, aunque eso pueda
parecer una alegría, a partir de ahí ella empezó a escribir en todos lados y
desatendió al marido, a sus hijos, a todo, sólo era escribir y escribir para
ella, incluso dejó de dormir y comer; esto se llama: hipergrafía o grafomanía. La
internaron y le dieron neurolépticos. Después de salir de la hipergrafía, ella
escribió ese libro, en el que contrasta la grafomanía con el bloqueo del
escritor.
El bloqueo del
escritor es algo que te puede durar toda la vida. En el libro Bartleby y compañía, de Vila-Matas, que
trata sobre todos aquellos escritores que dejaron de escribir… Yo tengo la tentación
de dejar de escribir. Creo que el escritor debe intentar sobrevivir, dijo
Flaubert: “Yo no quiero que la literatura me mantenga, sólo quiero evitar que
me arruine”. Ser escritor es la peor profesión de todas las profesiones, los
escritores no ganan para mantenerse, pocos lo hacen, no hablo de escribanos,
escritores en serio. Si te da el calambre
del escritor que es una enfermedad neurológica que les daba a los amanuenses
o escribanos, ─antes de que se inventara la máquina de escribir todo se hacía
con la mano─ tu vida se arruina, no puedes depender de la escritura para vivir.
Para estos temas basta consultar a Melville y su cuento “Bartleby, el
escribiente” o Diario de un loco de
Gogol, sobre un monje que escribe todo el día y de tanto escribir le daba un
calambre en la mano, y sin más no podía hacerlo de nuevo. Hablando de lo que
Mauricio dijo del cuerpo y el lenguaje, el
bloqueo del escritor no es una metáfora acerca del agotamiento del poder
creativo de la mente del escritor, sino que físicamente no puedes escribir. Curiosamente
ese calambre les puede dar a los músicos o a toda persona que trabaje
creativamente con las manos. Le dio a Schumann. Lo que él tenía era una
distonía, un fenómeno en el que no puedes mover la mano para hacer tu trabajo.
Hay escritores
prolíficos que considero sólo pueden hacerlo bebiendo o tomando café, pero la
mayoría de los escritores tienen que vivir de otra cosa, ¡de algo tienen que
vivir! Es evidente que el bloqueo del escritor te puede asaltar en cualquier
momento y el problema que te asalte es cómo te ganas la vida después. Si
hablamos de los escritores que han dejado de escribir como Rulfo, Salinger,
Melville, queda claro que tuvieron que dejarlo porque buscaban una manera de
subsistir que no cubría el acto de escritura por sí mismo.
Jesús
Ramírez-Bermúdez: El lenguaje surge de una catapulta
corporal. Me llama mucho la atención el writers
block, que es una manera de entender médicamente el fenómeno de la
literatura. Qué se pierde y qué debería de estar fluyendo en la escritura.
Les platicaré una
historia: Mi padre, que era escritor, estuvo en la cárcel cuando recibió la
visita de Juan Tovar, otro escritor, y éste le dijo que su esposa Elsa Cross
habían tenido un sueño en el que unos sabios le decían que mi padre debía
escribir sus sueños. Entonces, a mí padre que le encanta la fantasía, le parece
buena idea que el sueño de una persona le dicte la orden a otra persona para
escribir sus sueños. Él dice que lo hará en cuanto empiece a tener sueños,
porque no había tenido ninguno. Curiosamente, esa misma noche tuvo sueños muy
vívidos con una experiencia sensorial subyugante. Entonces empezó a escribir
sus sueños. Hizo como mil cuartillas de los sueños que tuvo. De eso tenía que
surgir una novela. Más o menos hizo esto en los años setenta. Se tardó unos
treinta años en procesar la novela. En su experiencia decía que no podía
escribir, que no había inspiración, decía que no fluía aunque ¡llevaba más de
mil cuartillas! Pero una noche su mano no respondía. El texto se llama “El
relato que Lucio escribe”, la novela se llama Acerca del fuego. Lo que hay
detrás de esta historia que acabo de contarles es una especie de simbiosis
creativa entre varios sujetos que actúan para conformar un acto creativo. No
sólo mi padre actúa para escribir una novela, también los sueños de otra
persona lo hacen.
Además, la paradoja entre lo voluntario e
involuntario en el proceso de creación, no sólo de la literatura, sino de
cualquier tipo de actividad artística. Me viene a la mente Picasso que pintaba
todo el tiempo para que la inspiración lo agarrara trabajando. ¿Cuáles son las
fuerzas conscientes o involuntarias que dirigen el acto creativo, y en el que
el sujeto observador, que dirige el acto, no las domina completamente, si no
que se vuelve una especie de agente del acto creativo? Para los neuropsicólogos
existe el concepto de “agencia” y se suele utilizar mucho en el terreno
clínico. El síndrome de la mano alienígena (la mano parece que cobra vida
propia) es un trastorno de la capacidad de agencia, que es una dimensión
interesante y muy difícil de conceptualizar. ¿Qué es la agencia, sólo un
observador o la agencia es una instancia de control o de monitoreo?
En el acto
creativo creo que puede haber monitoreo y control, aunque también cierto
relajamiento del control corporal que pueda permitir otros procesos que muchas
veces son inconscientes o simbólicos, que me dan la impresión que pueden ser
procesos transpersonales o transhistóricos.
Bruno
Estañol: A
veces el escritor o el artista se propone una cosa y hace otra, eso es muy
interesante, puede ser que lo que haga sea mejor de lo que se propuso o al
revés. Viene a cuento por la referencia a Picasso. Recuerdo otra de él, sobre
el cuadro “Guernica”, que pintó en 1937, se dice que una vez se le acercó un
nazi y le preguntó si él había pintado eso, y contestó: “No, ustedes lo
hicieron”. A veces el escritor actúa involuntariamente, un gran ejemplo es
Kafka.
Mónica Nepote: En El diario de Edith, de Patricia Highsmith, cuenta la historia de una mujer que vive en
una situación familiar asfixiante. Empieza a tener muchos problemas con el
marido cuando empieza a vivir el suegro con ellos, que está en condiciones muy
malas físicamente, cuando no puede más, la protagonista hace un relato paralelo
en su diario. Entonces, el relato se empieza a intercalar con su vida
sofocante. Hay una fusión de perspectivas. Es un poco eso lo que pasa en el
mundo interno del escritor, la inmersión hacia un mundo o una fabulación que no
está en la realidad externa, ¿o sí? La novela plantea, de alguna manera, la
metáfora de una fusión cerebral creativa.... ¿Qué pueden decirme al respecto?
Mauricio
Ortiz: El
ejemplo contrario al calambre del escribano, no es la parálisis sino el exceso
de función. Tengo entendido que en golfistas y pitchers hay un movimiento
involuntario muy pequeño, pero que en el momento de dar el swing, el pequeño
movimiento puede echar a perder todo.
Jesús
Ramírez-Bermúdez: como
metáfora para entender ciertos problemas de la escritura, el movimiento que
señala Mauricio es importante. Podría ser una especie de dismetría la que
ocurre en este caso, en general, un deportista tiene que ir perfeccionando el
control motor de sus movimientos pero al mismo tiempo sus movimientos deben
tener mucha libertad. El deportista requiere controlar un exceso de movimiento.
Llegar muy adelantado para un deportista puede ser fatal, es una función
cerebelosa, de cálculo, en el que no debe haber ni exceso (hipermetría) o
defecto (hipometría), que ni te pases ni te falte, pero sincronizado a estímulos
que están en movimiento. Pasa mucho que cuando los beisbolistas son muy jóvenes
son descontrolados. Por ejemplo, Fernando Valenzuela cuando estaba estresado
era frecuente que volara las bolas; a Steve Sax le pasaba lo mismo. En el
fútbol pasa algo similar, cuando a un futbolista le ponen una cámara enfrente,
su desempeño cambia. Hay un exceso de movimiento cuando vuelan la pelota, porque
deben liberar el exceso de movimiento para utilizar más fuerza, les falla ese
control de motor fino y vuelan la pelota. Bajo la presión de la cámara su
cuerpo no resiste y debe liberarse de alguna manera. En literatura puede
ocurrir algo muy parecido. Si pensamos en la “dismetría cognitiva”, término que
usa Nancy Andreasen ─neuróloga─, para hablar de la esquizofrenia; éste tipo de
padecimiento es interesante si se liga con el terreno de la poesía, porque los
discursos esquizofrénicos pueden ser confundidos con los textos poéticos,
identificables éstos últimos cuando hay exceso de figuras literarias con retórica.
Hölderlin sería un paradigma de este caso. Cuando uno busca las palabras, es
muy interesante cómo se calcula el acto para encontrar las palabras exactas,
para decir lo que quieres decir de manera puntual, sin caer en las trampas que
el lenguaje pone y tu propia mente.
Tienes una imagen poética, una intención
comunicativa, una idea o concepto que se fragua a un nivel pre-verbal de
significación, que en cierto momento se corporeiza y se realiza en la escritura
al hablarse. Lo interesante es cómo se da esta especie de dismetría. ¿Por qué
no digo exactamente lo que quiero decir, por qué puede haber una desproporción
entre lo que quiero decir y lo que realmente digo? ¿Por qué
digo palabras que no quería decir? Esto plantea un problema a un nivel más
general, el de cómo ocurre el pensamiento en sentido amplio, es decir, cuando ocurre
un monólogo interno en el que me pregunto cosas… ¿Por qué tengo antes que
expresarlo con ustedes, pensarlo dentro de m? ¿Qué es la espontaneidad? Dialogar
dentro de mí pero en la inmediatez del acto comunicativo. La pregunta que se
hace el neurocientífico: ¿Por qué no lo sé yo mismo? ¿Por qué tengo que hablar
conmigo para saberlo? Así, la literatura tiene una suerte de predicción, como
un beisbolista que tira la bola para que la bateen, el escritor debe intuir
cierta realidad para que su cuerpo la exprese con palabras exactas.
Mauricio
Ortiz: Después
de lo que hemos hablado queda muy claro que sí hay un aparato dentro de
nosotros para experimentar la escritura. Es válido decir que la literatura se
encarga de abordar a la persona real y las neurociencias se encargan de abordar
a la persona imaginaria. En este cuarto no vemos un solo cerebro, el cerebro no
existe más que en salas de operación y autopsias, mientras todo va bien, la
cabeza está llena de pensamientos y sueños, deseo, tristeza, memoria,
predicciones. Bueno, nada de eso cabría con tanta neuroanatomía, ¿verdad? ¿Qué
es lo que se busca en la escritura? No es lo mismo el poeta, el ensayista, el
novelista, todos buscan algo distinto en el proceso creativo. En todos los
casos, se utilizan diferentes propiedades del aparato imaginario que está dentro
de nosotros (el cerebro). Hay un dato con el que me gustaría terminar: Se conoce
que entre artistas de todo tipo, es más frecuente que aparezca la sinestesia. Entonces
lo que ocurre en el proceso de la escritura es ese fenómeno, podría decirlo sin
dudar: la escritura es un proceso sinestésico. La literatura es metáfora, pero
metáfora entendida como una función completa del cerebro que implica trasladar
a otros lugares diferentes sensaciones y pensamientos, como lo hacemos al
escribir nuestros sueños.
Bruno
Estañol: La
literatura es un experimento mental nada sencillo. Pero al fin de cuentas
mental, e involucra un experimento de inmersión en otra realidad que también
nos pertenece pero no podemos explicar del todo.